Voy cumpliendo años. De hecho, ya tengo al alcance de la mano la cuarentena con sus pros y sus contras. Media vida agotada, si Dios quiere y la salud acompaña… Pero reconozco que en lo que a mí respecta, son más cosas positivas que negativas las que tiene llegar a esta edad, entre otras cosas porque la alternativa es mucho peor.

Cuando has agotado media vida ves todo distinto, te vuelves más reflexivo, más contestatario y menos políticamente correcto. Te empieza a dar igual lo que piensen de ti y si tienes un poco de vida interior y hablas con tu ‘YO’ íntimo, tienes la oportunidad de salirte de la masa y alejarte del pensamiento único para pasar a ser partidario de la opinión contraria y de dar más valor al individuo, cosa harto difícil en la sociedad actual de las redes sociales.

Desde un punto de vista liberal y humanista, el valor de nuestra sociedad radica en el valor de cada uno de los individuos que la componen y es en el individuo donde hay que centrar las políticas y los esfuerzos para facilitar su desarrollo. No me considero individualista, me gustan los equipos, pero el valor no está en el propio equipo, está en cada componente. Usted intente crear un reloj de cuerda sin prestar atención a que cada engranaje funcione bien y haga lo que mejor sabe hacer, girar y hacer girar al resto de engranajes.

Todo esto a priori de sentido común, parece que para alguno no lo es tanto y desde cierta parte de la sociedad, de la política y del periodismo, se apuesta por las colectividades dejando en un segundo plano al individuo.

Al final, los dos polos ideológicos buscan lo mismo, el desarrollo de la sociedad, pero desde caminos radicalmente opuestos, haciendo que la comunión entre ambas posturas sea imposible en una suerte de juego en el que todos hablamos de lo mismo, pero nunca llegamos a entendernos.

Mientras que para unos, entre los que me incluyo, en el centro está el individuo y el progreso de la sociedad es una consecuencia, para otros la sociedad es lo principal, a costa incluso de los propios individuos, los cuales simplemente se limitan a aportar gran parte de los recursos que obtienen con su trabajo.

Por eso no es de extrañar que desde esa sociedad partidaria de las colectividades se busquen nuevos campos de batalla en los que supuestamente hay bloques (otro concepto colectivista) que luchan contra algo. Veganos, anti taurinos, feministas, abortistas, antisistemas… o el caso reciente de los ecologistas que anteponen su objetivo al bienestar de una niña, la tal Greta, a la que seguramente hayan arruinado la vida.
Pierdan toda esperanza de que al final estos dos bloques se reconcilien. En esta ‘lucha’ secular, aún nadie ha sido capaz de mezclar el agua con el aceite.

Juan Pablo García Valadés
Socio fundador de Acción Liberal

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