En nuestra sociedad pecamos de exceso de buenismo y sentimos una empatía enfermiza hacia el delincuente, incluso con aquel que ha cometido crímenes abominables.
El germen de este buenismo lo tenemos en nuestra propia Constitución, que a pesar de haber sido una herramienta muy útil durante un periodo de transición en el que había que conseguir la cuadratura del círculo, tiene un profundo calado socialdemócrata.
De hecho, en su artículo 1 comienza diciendo que «España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político».
Con un comienzo así, queda claro que los redactores de nuestra Constitución dejan al margen otro tipo de ordenamiento político, excluyendo de ella cualquier ideología no socializante como puede ser, sin ir más lejos, el liberalismo. De esta manera, el Estado incrementa su intervención en la economía, en el desarrollo y en la sociedad, por un supuesto interés social que queda a criterio del gobernante de turno.
No nos extrañe entonces que, en las pasadas elecciones generales, líderes de partidos populistas mostrasen nuestra Constitución como pilar de su programa electoral como si fuese el Libro Rojo de Mao.
Pero voy al grano, que al final me enredo y la Constitución da para muchas columnas de opinión. Hoy realmente quería hablar en concreto del artículo 25 de la Constitución, donde se indica que «las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social y no podrán consistir en trabajos forzados». ¡Qué bonito!, solo falta añadir que el recluso debería transitar por un camino de baldosas amarillas…
Esta última semana hemos conocido la sentencia de Ana Julia Quezada, asesina del pequeño Gabriel, condenada a prisión permanente revisable, como no podía ser de otra manera. No obstante, aunque nuestro espíritu quede tranquilo por lo grave del significado de ‘permanente’, tengan en cuenta que en 8 años es probable que goce de permisos penitenciarios y en unos 15, pueda optar a un tercer grado (semi libertad).
Yo me considero una persona liberal, partidaria de los derechos individuales y de la libertad, pero eso no implica ser un ingenuo que ponga una y otra vez la mejilla. Hay individuos que, en su ejercicio de libertad, comenten actos que les inhabilitan para vivir en sociedad y deberían estar apartados de forma revisable, sí, pero realmente permanente.
En delitos como el infanticidio, los depredadores sexuales, el terrorismo, el secuestro y otros muchos casos dolosos, el perdón solo le corresponde a Dios y a la conciencia y a nosotros, defendernos.
Juan Pablo García Valadés
Secretario de Acción Liberal
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