En todos estos años, más de cinco, que llevo intentando encontrar el modo de difundir valores liberales, he llegado a dos conclusiones, una, no hay dos liberales iguales, siempre dudamos del otro, por si tiene una parte de socialdemócrata, colectivista o socialista, y la segunda, que tiene que ver con la primera, somos incapaces de coordinarnos en las acciones de difusión de las propias ideas liberales, ya que en la primera no nos hemos puesto de acuerdo en cuáles. Todo un bucle continuo que ha conseguido que estos últimos decenios no sumen entre ellos. Recomiendo la lectura del libro de María Blanco, “Las Tribus Liberales”, ejemplar que tengo dedicado por la autora en una charla que dio en Zaragoza, hace unos años gracias a una gran persona.
Voy a intentar aportar, desde mi simpleza académica, un pequeño grano de arena, y os pongo un simple decálogo de lo que, para mí, define un liberal en sentido amplio. Dentro de cada uno, puede y debe existir una modulación, hasta dónde queremos llegar o qué línea no queremos traspasar:
1- Cada persona es quien decide cómo quiere vivir su vida, tiene la libertad de elegir su camino, con los límites del egoísmo, y el predominio del individualismo sobre el interés común.
2- Cada uno de nosotros tiene unas libertades, no confundir con derechos, por el hecho de ser persona, iguales para todos, sin privilegiados. Inherentes a la condición humana. Sin que nadie te los pueda despojar o ampliar.
3- Existe un bien común, como compromiso recíproco individual, ético, común a todos y sobre todo voluntario, sin imposición de mayorías. 4- El desarrollo y progreso humano es fruto de las habilidades, inquietudes, curiosidades, necesidades de cada ser. Que tiene como base la cooperación voluntaria y libre para crear, con el que se consigue llegar a los límites de nuestro potencial.
5- El marco jurídico debe ser sobre todo limitativo del poder, luchar contra las injusticias y la gran maldad, eliminar la arbitrariedad, y defender las libertades y derechos individuales: mediante la implementación de un Estado de Derecho eficaz y garante.
6- Un Estado limitado, con el objetivo de custodiar la convivencia pacífica y el respeto de las libertades de cada uno. Bajo el imperio de la ley, y una separación efectiva de los tres poderes. Un gobierno al servicio, en este orden, del individuo, y la sociedad.
7- No hay que eludir la asistencia a los que se encuentran en situación de necesidad, el estado debe facilitar la salida de la indignidad humana al que por sí mismo no pueda, pero nunca que esa situación se mantenga de por sí, asistencialismo estatal muy limitado.
8- El esfuerzo, principalmente económico, tiene como resultado la propiedad privada, la cual debe ser respetada, y mínimamente gravada para sostener ese estado limitado, para que la proteja como derecho, pilar del desarrollo económico.
9- El igualitarismo como objetivo para obtener una sociedad uniforme, es enemigo de la dignidad humana. Le arrebata a cada individuo sus deseos, su voluntad, su particularidad y sobre todo, su capacidad de elección. Igualdad ante la ley, no por ley.
10- Se deben crear unas reglas homogéneas, para que todo el mundo pueda prosperar, igualdad de oportunidades, que nadie tenga ventajas, que las diferencias de prosperidad de cada uno sean consecuencia de la decisión libre e individual.
Este es mi libre decálogo, para algunos puede ser un poco socialdemócrata, para otros demasiado liberal, e incluso le puede faltar o sobrar algún punto. Pero creo que es una base, e intenta resumir el pensamiento liberal que ha ido surgiendo en estos siglos, mucho más allá de cuestiones económicas, a las que se suele redicir. El objetivo es encontrar lo común de lo común de todo el espectro liberal, y desde allí construir, como me gusta a mí decir, Libres Sumamos.
Por último, agradecer a José Luis Saz, por ser mi inspiración en gran parte de esto, gracias a una charla sobre el liberalismo que dio en la Universidad de Zaragoza, organizada por la Asociación Liberal de Estudiantes.
Pedro F. Royo Embid
Socio de Acción Liberal
Me agrada la defensa del Estado «limitado» en cuanto a su papel de garante y protector. Efectivamente, el enemigo de las personas libres y por supuesto de los que se sienten más liberales, no es el Estado en si, sino los que utilizan esa institución de forma tirana , despota o perversa. El liberalismo no puede olvidar que el Estado es reflejo del ser humano. En cambio los ataques a la libertad provienen siempre de los individuos.