Reconócelo, matar a un Dios no es tarea fácil, los griegos antiguos lo intentaron durante siglos para sólo ver como volvían a la vida. El castigo para los que osaron intentarlo fue la eternidad en el Hades, el infierno griego.
Los españoles hemos dedicado décadas a construir un ídolo al Dios-Estado, un altar de 500.000 millones de euros anuales, un túmulo ornamental al que los ciudadanos de a pie nos encomendamos varias veces al día. Esta deidad es invocada a la hora de educarnos, de sanarnos, en caso también de perder nuestro trabajo e incluso a la hora de comenzar un negocio. Es innumerable los campos que esta deidad acapara.
La fe de muchos en este tótem es inquebrantable siendo así la solución de todos los problemas de la sociedad: desigualdad, pobreza, falta de progreso, etc… Si en algún momento, después de tantas décadas encomendándonos a él, vemos que seguimos estancados, los auténticos creyentes nos dirán que no hemos orado lo suficiente y debe construirse un altar mayor, con más euros y almas.
Cada nueva tarea que le encomendamos a nuestro Dios-Estado termina con la racionalidad sustituida por la superstición de que un poder superior que no es de este mundo solucionará el problema. ¿La educación es mala? Entonces necesita hacerse cargo el Estado, ¿sigue siendo mala? Solución: más dinero. Y día a día debemos trabajar más y más horas para sostener una religión que demanda bienes materiales.
La ceguera del creyente que desde que es un tierno infante ha sido instruido en los ritos no le deja ver más allá. No puede creer que exista una forma de vida apartada de este dios consumidor y acaparador de libertades. No hay vida más allá de este leviatán todopoderoso que demanda cada año más gasto público, más diezmo sin llegar nunca a solventar nada ni poner una fecha límite a sus demandas.
¿Se puede matar a un dios así? La respuesta para un liberal debería ser afirmativa. A partir de la primavera vamos a ver que la situación económica ha empeorado más y la sociedad empezará a preguntarse ¿De qué me sirve el Dios-Estado si no me puede salvar? El Estado ha fallado y sigue fallando en el día a día, y cuanto pero es la situación mas clara es la fragilidad, el ídolo tiene pies de barro.
Sólo una crisis puede provocar la catarsis necesaria para pasar de dejarlo todo en manos de la providencia a tomar cada uno el rumbo de su vida. La gente debe entender que nadie mejor que uno mismo para ocuparse de sus asuntos. Los países que han conseguido aplacar la superchería han reducido el número de pobres, han crecido más y han dado más bienestar a todos sus ciudadanos. Son países que han pasado en poco tiempo de arrastrarse a levantarse por encima de nosotros.
Matar a un Dios no es solo es posible sino necesario.
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