Madrid, desde hace sólo 4 décadas, ha pasado de ser un provincia con población y renta media a ser la número uno de España en ambos aspectos. En los años setenta la provincia más poblada era Barcelona y la de renta más alta Vizcaya. La clave para conseguirlo ha sido bajar impuestos atrayendo así capital tanto financiero como humano, convirtiéndose en la comunidad autónoma más solidaria con el resto de comunidades y con una proyección de futuro prometedora. Un modelo que otro presidentes de CCAA intentan imitar tímidamente, y es que el margen de actualización de la política fiscal de las comunidades es muy pequeño, aunque más pequeña es la voluntad de cambiar de los políticos españoles y salir de la rutina de aumentar gasto público.
Isabel Díaz Ayuso ha planteado la campaña en clave nacional pero sin contar con otros pesos pesados del PP, el PP de Madrid aparece desgajado de su matriz. Ayuso se ha erigido como la adalid de la lucha con Sánchez, señalándole todos los pecados que se han cometido en la gestión de esta crisis de la pandemia. Otro acierto ha sido adelantar las elecciones cogiendo a contrapié hasta a Iván Redondo que no ha podido encontrar otro candidato que el tibio Gabilondo.
Gracias a los pactos, Psoe y PP han jugado bien sus cartas y ahora Vox y a Podemos no pueden hacer campaña contra sus respectivos compañeros del espectro político. Los dos partidos aspirantes juegan a crear un enemigo para ser ellos y sólo ellos los únicos que pueden salvar al electoral del mismo, ya sean Menas, fascistas, comunistas, todo el género masculino o el capitalismo.
La ausencia de propuestas ha sido otra característica a destacar, todo se ha vuelto emocional, embarrado, personal y como poco visceral. Esto demuestra que todo está dado ya, que existe poco margen para la crisis que ya se empieza a notar y que los dictados de Bruselas pesarán más que las promesas electorales que nunca se cumplen.
Estas elecciones también pueden significar la mayoría de edad de Errejón y el declive de su excompañero de aventuras Pablo Iglesias. La batalla por Madrid será la culminación de la lucha fratricida entre la izquierda más extremista, Errejón podría quedar próximo a su sueño de sobrepasar al PSOE.
Esta campaña nos ha enseñado que los políticos cuanto más pelean entre ellos más se alejan de los que los diferencia y más se acercan a lo que los une: el poder.
En Madrid podemos ver lo que unos pocos gestos liberales han conseguido, convertir su economía en la más en forma de España. Si el electorado decide premiar esa dirección la competencia fiscal puede animar a otras CCAA en esa dirección. Es un comienzo prometedor.
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