Casado ya ha sido oficialmente ungido como futuro presidente en la última convención del PP. El triunfo, por ahora en las encuestas, es más por demérito del actual partido en el poder que por méritos propios. Y es que los resultados previstas han terminado de dar cohesión a un partido al que las mala cifras electorales no daban mucha confianza en su líder. El PSOE se despeña en las encuestas, y al gobierno, hecho de retales, le queda lo que dure el crédito económico que la UE le da a las cuentas españolas. Sánchez esta completamente desarbolado y le falta lo que la ley de la inercia dicte.
A la ceremonia, a mayor gloria de Casado, se unieron viejas glorias de la política. Pudimos disfrutar de la presencia de Rajoy, Sarkozy, y Paco Camps, parece difícil no encontrar a un político no salpicado por la corrupción. Al menos no trajimos a Rato, Bárcenas o Zaplana pensarían en Génova.
Muchos se alegraban de que se había atado en corto a Ayuso y Madrid volvía bajo control de Génova, otros se preguntaban si era una buena o una mala noticia. Lo importante estos últimos meses ha sido limpiar la casa propia, y Ayuso era un verso libre que debía volver al redil.
Casado aprovechó la ocasión para prometer todo lo posible y lo imposible también. Prometió traer a Puigdemont mientras prometía la independencia de la justicia. Prometió bajar el precio de la luz mientras Aznar, desde la tribuna, se sonreía recordando aquellos maravillosos años de asesor de Endesa. Prometió acabar con la inmigración ilegal haciendo un guiño a los votantes de Vox, a los que además regaló otros gestos buscando su voto. Prometió bajar los impuestos, al estilo de Rajoy en el 2016, cosa que algunos barones ya están haciendo en sus respectivas Comunidades Autónomas, pero se olvidó de que sin bajar gasto público no se consigue rebajar la deuda. Habló de castigar al independentismo sin acordarse de todas las regalías que el PP lleva décadas intercambiando con ellos.
Quiso aunar los esfuerzos de liberales, conservadores y socialdemócratas defraudados, una mezcla en la que no se puede contentar a unos sin disgustar a otros. De la misma forma prometió acabar con el despoblamiento, impulsar la sostenibilidad, la sanidad pública y el estado del bienestar. Es decir, bajar impuestos y aumentar el gasto público.
Fue un discurso para contentarlos a todos, a los propios y a los ajenos, para buscar el voto que desde hace años se muestra esquivo.
Quedan años muy duros con fuertes ajustes que vendrán de la UE y llenarán titulares de prensa. Casado presiente que le queda poco camino para llegar a la presidencia pero debería pensar en que lo que le espera tal vez no sea lo que se imagina.

 

Danilos

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