Es una religión.
No creo en la política española, mejor dicho, no creo en los políticos españoles. si sumamos abstenciones,votos nulos y en blanco somos mayoría en España.
El resto de la población se apiña en los partidos como si se tratara de una procesión religiosa. Van a los mítines buscando una verdad oída cientos de veces así como una comunión con el resto de fieles. Celebran las declaraciones de sus popes donde denuncian la falsedad de las otras confesiones y reafirman la única verdad de la propia.
Aclaman a sus mesías y repiten sin cesar las consignas buscando así una paz interior que reafirma su fe.
Con la misma pasión defienden sus creencias antes propios y extraños, tratan de convertir a los indecisos y reconducir a los descarriados. Ya sea en el bar o en las redes nunca es mal momento para exhibir moral recta en los principios, fe inquebrantable y propósito de llegar al paraíso prometido.
Este fervor puede decaer cuando la doctrina deja de ser mayoritaria, entonces o se persiste en la creencia sin un guía definido o se muda a otro mesías
Ahora que viene otra recesión económica los cimientos se tambalearán y una crisis de fe recorrerá a los creyentes. El fervor se convertirá en desesperación cuando vean que no llega la salvación tantas veces prometida. Los profetas les señalarán a posibles culpables que deberán ser pugados: el Ibex, las eléctricas, o una conspiración globalista.
Pero conforme la crisis se mantenga la gran mayoría cambiará de confesión buscando una fe renovada, una nueva esperanza.
Esto lo estamos viendo con los del “solo queda Vox” o los que hasta hace poco eran feligreses de Podemos.
Unos con más ganas que otros seguirán al nuevo líder, cuyos dogmas difieren pero no tanto de los anteriores. Un pequeño esfuerzo y todo volverá a ser como antes.
Este ciclo se lleva repitiendo desde que podemos votar. Y a pesar de eso, los fieles nunca aprenderán que el único mandamiento que no les enseñaron sus políticos es el que ellos mismos practican: “Sálvese a usted mismo”.
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