A los políticos no habría que hacerles ni caso, el endiosamiento actual con decenas de miles de personas defendiendo y atacando por las redes sociales a “sus” políticos es equivocado. Y es un fenómeno que no pasa en otros países.
En la plantilla actual de primeras espadas de la política actual es raro, por no decir imposible, encontrar empresarios, emprendedores, trabajadores con experiencia por cuenta ajena y mucho menos autónomos. El listado de políticos con cargo importante sin experiencia fuera de la política es amplísimo. Sánchez, Feijóo (Casado también), Yolanda Díaz, Irene Montero, Juanma Moreno, Santiago Abascal, etc…
“El hombre se hace al partido y el partido se hace al hombre.”
Son políticos cuyo mérito es haber sobrevivido a luchas internas, haberse arrimado al padrino adecuado o haber apostado por el candidato adecuado en el momento justo.
Una persona sin problemas para llegar a fin de mes, con décadas de gastos de representación, vehículo oficial con chófer, con aforamiento, y un séquito que le aplaude.
La población española no debería sentirse identificada con semejante clase, debería ser críticos con los propios, exigirles más, no solo por ser sus representantes sino también por los privilegios de los que disfrutan.
Cada vez el político se aleja más de ser un sobrio trabajador público y se acerca más a una estrella mediática cuyo negocio es la puesta en escena y el espectáculo. Un espectáculo que la población compra con fervor religioso.
En resumidas cuentas: no son los mejores candidatos para la gestión, tampoco son gente conectada con la realidad diaria que vivimos, solo el fervor y el fanatismo de la población los mantiene.
Recordando el cuento del Traje Nuevo del Emperador sería como si el monarca se paseara en ropa interior sabiendo de su desnudez pero el público los viera magnificamente vestidos.
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