Desde la Antigüedad el ser humano ha estado obsesionado con la vida y la muerte. Los primeros dioses eran los que daban vida y también los que la quitaban. Los antiguos se maravillaban con el ciclo natural en el que todo renacía.
Surgieron dioses y criaturas mitológicas que mediante su muerte volvían a la vida, repitiendo así el ciclo que más intrigaba a nuestra especie.
Lo que era ya difícil era regresar del más allá. En toda la extensa literatura mitológica griega pocos pudieron regresar del Hades, a pesar de los poderes o el cargo que ostentaron. La muerte igualaba a todos.
La muerte política en España puede ser tan definitiva como el deceso natural:
¿Cuántos políticos no hemos conocido que de un día para otro han desaparecido sin dejar rastro?
Desde dirigentes históricos, regionales, delfines, o rutilantes estrellas recién aparecidas. Todos los que han caído por el filo de la guadaña lo han hecho en el oscuro pozo del olvido.
Sin embargo, aquí en nuestro país hemos asistido asombrados a la muerte y resurrección continua de un político que ha superado todos los límites conocidos.
Apareció en las salvajes aguas de la política nacional poco a poco, a veces de concejal con escaño adquirido por renuncia de un ajeno, otras en el mismo caso en el Congreso de los Diputados. Iba el último de las listas, parecía que lo hacía sin querer. Extendía así su manto acrecentando su prestigio, no hacía nada reseñable, pero empezaba a ser conocido.
Los periodistas, esa raza maleable y sensible que se comba al viento más fuerte, lo eligió como el diputado revelación. Supongo que más sorpresa que por verdad revelada. Y así tenemos a un hombre que, fuera del aparato oficial, estaba en las loterías para reemplazarlo. De estos ha habido muchos.
Y tras pelear en un partido debilitado consiguió la secretaria general mientras volvía a hacerse con un escaño por renuncia de su anterior dueño.
Sus planes para cambiar el país los anunciaba con entusiasmo juvenil, el idealismo que profería conseguía que sus feligreses abrazaran el cambio de líder con esperanza.
Y llegó el momento de tocar las puertas de la máxima autoridad política del país. Se estrelló, era la primera vez que alguien llegaba a ser candidato pero que no conseguía el puesto. Se volvió a presentar poco después obteniendo peores resultados.
En su propio partido su gente lo abandonó, no se habían contagiado completamente de su espíritu y le negaron su apoyo.
Cualquier otro político desahuciado por su propia gente iniciaría su camino al olvido. En el resto de casos cuando a un político español lo echan de su partido no debe albergar ninguna esperanza. Él se subió a su coche y empezó a recorrer España buscando en las bases lo que no pudo obtener en la cúpula. Se rodeó de un equipo tan ambicioso y sin escrúpulos como él.
Y poco después volvió a la jefatura del partido derrotando al candidato oficial. Aprovechó para limpiar a todos los que le habían traicionado.
Meses después consiguió de nuevo un hito parlamentario histórico, llegó a la presidencia por medio de una moción de censura. Era un gobierno débil, sin escaños suficientes y con el apoyo de una miríada de fuerzas políticas.
Otra vez una posición precaria.
Nuevas elecciones y de nuevo sin apoyos para formar gobierno.
Volvieron las elecciones y aunque consiguió muchos escaños no pudo proclamarse presidente. Y cuando parecía que nunca formaría gobierno En ese momento su rival más directo le tendió la mano. Volvía a la presidencia del país haciendo un pacto que había prometido no hacer.
Poco después llegaría la pandemia, confinamientos, caída histórica de la economía, inflación más alta de las últimas 4 décadas, deuda galopante, crisis de las materias primas y subida de los precios de la energía.
Mientras sus socios de gobierno aprovechaban cualquier ocasión para debilitarle, pocos políticos han aguantado tanto en una situación tan precaria y con tan pocos apoyos.
Ha tenido que mentir, incumplir promesas, sacrificar a los que le ayudaron a trepar, todo por mantenerse arriba.
Es el mayor y mejor ejemplo de lo bajo que se tiene que llegar en este sistema partitocrático para alcanzar lo máximo.
Al final caerá en el olvido que les espera a todos nuestros políticos y esperemos que para siempre.
Danilos
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