En un sistema democrático normal y corriente los dos grandes partidos que aglutinan a la gran mayoría del voto pero con por sí solos no pueden gobernar, pactarían unos mínimos para poder gobernar y evitar la repetición de unas elecciones.
En una democracia europea al uso de evitaría acercar posturas con los más radicales, y mucho menos con los que han quebrantado el orden constitucional. Se entendería como más natural pactar entre los que respetan las reglas del juego y no con los que han asesinado o puesto en peligro a la propia democracia.
En un sistema político de corte liberal y moderno los partidos políticos buscarían la separación de poderes para garantizar la independencia de la justicia. Haciendo así imposible que un partido político colocara a jueces “afines” y forzara retorcer el orden constitucional para beneficiar su propia agenda política.
En un sistema electoral Justo se buscaría la equidad en el valor del voto, haciendo que cada voto de cada ciudadano valiera lo mismo y evitando concentrar poder en partidos donde prima el voto regional y no el nacional.
En un país equitativo no habría regiones con cupos y regímenes fiscales diferentes a otros.
En un parlamento en el que los diputados tuvieran por delante de ellos los intereses del país no se presentarían mociones de censura o intentos de investiduras sin posibilidades de salir.
En un país en el que los ciudadanos se tengan en cuenta por parte del Gobierno, se debería hacer un referéndum para una ley del calado de una amnistía, y más si no venía en ningún programa electoral.
Y, por último, un país decente no se merece un presidente que mienta, perdón, que cambie de criterio para mantenerse en el cargo.
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